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El consumerismo es un movimiento que empodera al consumidor frente a acciones comerciales injustas o desinformadas.
A diferencia del consumismo, el consumerismo defiende derechos, consumo responsable y criterios racionales al comprar.
Los derechos básicos del consumidor incluyen elegir libremente, recibir información clara, seguridad y protección frente a prácticas engañosas.
En comercios, talleres, grandes superficies, ya sean franquiciados o pequeños comercios, boutiques o en agencias de viajes se expone en un lugar bien visible un cartel, sellado y autorizado por la Comunidad Autónoma correspondiente, en el que se informa al cliente que existen hojas de reclamación a su disposición. El motivo de ello es garantizar al consumidor su derecho a reclamar cualquier hecho con el que no esté conforme o que no se ajuste a lo que se ofrece o que nosotros, como clientes, consideremos que no cumple las condiciones pertinentes.
Durante muchos años, los consumidores hemos estado a expensas de la más o menos buena voluntad de los vendedores y de los profesionales a los que acudíamos para que nos hicieran alguna reparación o instalación. Para contrarrestar esta indefensión, tanto las administraciones públicas como organizaciones de consumidores y algunas iniciativas empresariales crearon un movimiento con el fin de poner unas herramientas en manos de todos para poder denunciar cualquier hecho fraudulento o simplemente de falta de información sobre un determinado producto y hacer frente, de esta manera, a algunas acciones comerciales y disminuir la insatisfacción del cliente. Este movimiento se conoce con el nombre de consumerismo.
Mientras que el consumismo es la tendencia a comprar y gastar bienes de consumo, a veces impulsivamente y desmesuradamente, el consumerismo aparte de hacer referencia a los derechos del consumidor respecto a la oferta, también implica un consumo responsable y con criterios racionales y mesurados, es decir que sería, en parte, un término contrapuesto.
Vamos a ver cuáles son esos derechos que tenemos los consumidores y que, a veces, de obvios que son, no los tenemos en cuenta. Tradicionalmente, el consumidor siempre ha tenido una serie de opciones
A estos derechos hay que añadir otros que en los últimos tiempos están adquiriendo gran protagonismo que constituyen el grueso del objetivo consumerista.
Básicamente, se garantizan estos derechos a través del etiquetaje tanto en su vertiente obligatoria, ya que muchos productos deben incluir unos determinados datos imprescindibles como en su vertiente de información adicional que aprovechan los fabricantes para aportar cualquier dato que consideren oportuno en aras de la transparencia y de la seguridad y a través de la información sobre el reciclado del producto y de su embalaje. Afortunadamente, cada día los consumidores estamos más concienciados en el uso de productos lo menos contaminantes posible, así como en evitar todos aquellos componentes de difícil degradación.
En definitiva, cualquier medida de protección es bien aceptada a la hora de asegurarnos que el producto que queremos adquirir se adecua tanto a nuestros intereses como se ajusta a la información ofrecida por el fabricante: cuantas veces hemos comprado algún producto a través de plataformas de internet y al recibirlo comprobamos que no se parece al que nos ofertaban, o qué dificultades hemos tenido para encontrar un determinado producto con unas determinadas características, al no aparecer con claridad la composición.
En resumen, vivimos en una sociedad acelerada que nos empuja cada día más a comprar más cosas y más rápidamente, las nuevas tecnologías ponen al alcance de un click de ordenador o de móvil cualquier objeto cuya oferta cambia por horas y que nos lo traen a casa en menos de 24 horas. Este ritmo trepidante y la necesidad de información fidedigna del producto tanto sobre los beneficios del mismo como de sus efectos secundarios, es el origen del movimiento consumerista, al que se están uniendo las empresas con el objetivo de fidelizarlo, aparentando y siendo lo más transparentes posible sobre sus productos y poniendo los medios para una intervención rápida y eficiente ante cualquier incidencia.
Creo que podríamos decir que la fuerza del consumidor, en estos momentos, respecto a la del vendedor, es superior gracias al consumerismo, ¿no estáis de acuerdo conmigo?
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