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La vinificación engloba desde la recogida de la uva hasta el embotellado, pasando por etapas que combinan tradición y precisión científica.
El proceso común incluye vendimia, despalillado, estrujado, fermentaciones alcohólica y maloláctica, crianza/trasiego y clarificación.
Aunque algunas etapas pueden variar según el tipo de vino o la bodega, esos pasos “básicos” son la estructura que comparten la mayoría de los caldos.
Estaba sentado en una terraza con unos amigos tomando unos vinos cuando en un momento dado me quedé como hipnotizado mirando mi copa. En ese momento, reflexioné sobre ese líquido mágico que tenía entre mis manos: aparentemente sencillo, pero con un procedimiento de elaboración detrás que reúne tal complejidad que, a pesar de ser una bebida con miles de años de historia, hasta hace muy pocas décadas no se sabía con exactitud qué pasaba desde que se recogía la uva hasta que el líquido en cuestión estaba en condiciones de ser consumido.
El vino, en cualquiera de sus variedades, es algo tan cotidiano, que no reparamos en pensar de dónde viene. Tenemos muy asumido que la vendimia inicia el proceso y que termina en una botella, pero lo que ocurre entre esos dos momentos es puro milagro de la naturaleza.
El proceso que transcurre entre la recogida de la uva, el actual embotellado o el antiguo trasiego a las barricas, es lo que se conoce como proceso de vinificación. En la actualidad, la técnica adquiere una complejidad extraordinaria llegando a límites de una precisión de laboratorio, sin embargo, en esencia, el proceso no ha variado tanto como podría parecer.
La vinificación del zumo de la uva responde a las tradiciones particulares de las zonas de producción y del tipo de vino que se pretenda elaborar, siendo muy diferentes entre ellas, sin embargo, podemos encontrar una línea común sea cual sea el tipo de vino, blanco o tinto, sea cual sea el lugar de producción, zona fría o zona templada.
Algunos tipos de vinos siguen algunos procesos algo diferentes, como por ejemplo los que se elaboran a través de soleras, y es posible que encontremos otros tipos que no sigan todos estos pasos, pero, básicamente, el proceso de vinificación sigue estas pautas.
En la actualidad, las grandes bodegas dirigen el proceso de vinificación desde verdaderos laboratorios donde se mezcla la tecnología y la química con los procesos más tradicionales y naturales hasta obtener un producto óptico, sin embargo, paralelamente, podemos encontrar al viticultor que, con los utensilios y aperos que ya habían utilizado sus padres y abuelos y con las enseñanzas de sus antepasados, elabora un caldo que, en ocasiones, poco tiene que envidiar a los primeros. En esto radica parte de la magia y la grandeza del vino, ¿no os parece?
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